Paranoia Al Amarillo Número Cinco

He aquí la genuina intención de convertir el mundo en una fiesta

viernes, 23 de enero de 2015

Money For Drugs Parte III



- Este país es una ruleta rusa de treinta millones de habitantes, esperando ganar la lotería o morir atragantados por semen de caballo. 

- Verga chamo, ¿será posible que tu te rasques sin decir una sola huevonada?

- Nah...

Ernesto (cuando esta ebrio se hace llamar Ernest ) largó un eructo seguido de una arcada que, por suerte, no terminó en el piso. Se limpió el vomito invisible con una media que recogió de debajo del mueble. 

- Man... ¿qué carajo pasó ayer?

- No sé - me puse en los labios el cigarrillo del domingo en la mañana, el anti-resaca - ¿qué importa? Tenemos que irnos ya. ¿Has visto las llaves?

Dio media vuelta. El llavero centelleo debajo de él con la escasa luz que se colaba por las cortinas. 

- Están debajo tuyo pendejo, párate

- Ahj... - tanteó el sofá hasta encontrarlas y me las lanzó

Antecedida por un graznido de tocadiscos empezó a sonar música desde la cocina. El aturdimiento de la resaca convertía la música en un eco desagradable de pop ochentoso. Ernest se tapó la cabeza con una almohada

- ¿Qué suena?

- No sé viejo, párate y vámonos ya coño

- ¿Ya se van?

Desde la puerta se asomó un tipo en boxers con un sombrero de vaquero y unas botas estilo western sin espuelas. 

- Eh...

Una mujer rubia emergió de su espalda y armó una raya de coca en el hombro del tipo. Se la inhaló con un bitelle de veinte que luego lamió. Ernesto (había sido abruptamente devuelto a la sobriedad) se levantó y comenzó a abotonarse la camisa y a buscar sus zapatos

- Sí... de hecho tenemos que irnos. Nos están esperando

- ¿En dónde? - preguntó el tipo. La mujer comenzó a lamerle los costados. Él parecía no notarlo

- En... Barquisimeto

- ¡Ah! Tengo un amigo allá. Le voy a avisar que van

Mi amigo estuvo listo, recogimos el bolso y nos dirigimos a la salida. 

El tocadiscos hizo otro sonido horroroso y comenzó a sonar Like A Virgin. Recuerdo a Perros De Reserva y al monólogo de Sr. Marrón sobre la canción. ("The entire song is a metaphor for big dicks") Salimos apurados. Resaca y Madonna son mala mezcla

- ¡Vaya puej! - se despidió el vaquero haciendo un ademán con una cerveza recién abierta.




- No es 1984 como para seguir escuchando mierda en vinilo. Deberían reservar esa calidad de sonido para vainas que valgan de verdad la pena, ¿no te parece?

-  Madonna no es tan mala ¿Sigues ebrio?

- Un peol... Qué digo, un pelo. 

- Debajo del asiento hay un pote de agua

- Hermano gracias

Empinó el botellón de litro y medio. El sol dibujó siluetas resplandecientes en el carro conforme se movía el agua en el interior de la botella. Cuando no quedó líquido, Ernest eructó y se volvió a dormir. 

A diferencia del lejano oeste, en Falcón no hay cantinas de puertas batientes donde entran los pistoleros más brutales en kilómetros a la redonda preguntando de quién es este pueblo. No. Hay polleras. 

- Un pollo entero por favor

La dependienta tecleaba en el teléfono sin mirarme. El sol avasallante de una tarde tropical convertía el local en un sauna gigante. Una serie de ventiladores en el techo batían el aire caliente.  

- ¿Para llevar o para comer aquí?

- Para llevar

Le tendí el efectivo y no fue hasta ese momento que me miró. Parecía haber visto a Satanás encarnado delante de ella. Un Baphomet con seiscientos sesenta y seis falos delineando un pentagrama alrededor de mi cara. Se levantó y salió corriendo a la cocina.

- Epa, ¡epa!

Al lado mío un tipo discutía por celular

- ¡Te dije que el que tiene que firmar eres tú! ¡Yo no puedo firmar porque yo no figuro como dueño!

Un muchacho moreno de cejas gruesas salió de la cocina blandiendo una bolsa que exudaba los aromas más celestiales que ha conocido hombre con resaca alguno: el del pollo en brasa. Me miró a mí y luego al hombre del teléfono.   

- ¿Esto es suyo o del señor?

El tipo seguía absorto

- ¡Si no firmamos hoy se va a caer el contrato!

- Mío

- ¿Quiere guasacaca? 

- No, déjalo así

Tomé la bolsa y apresuré el paso. Cuando iba saliendo apareció la cajera. Un portugués armado con un revólver caminaba a su lado. La tipa chillaba y señalaba en mi dirección

- ¡Él es señor Eustaquio! ¡Él es!

Sin mediar palabra echó un tiro en mi dirección. El vidrio del aparador y las luces de neón volaron convertidas en trizas. El tipo del teléfono se tiró al suelo. Yo me precipité por la puerta y salí al estacionamiento. El portugués saltó la barra e hizo otro disparo sosteniendo el revólver con una sola mano. Astillas de madera y fragmentos de vidrio se desperdigaban a mi alrededor. 

- ¡Mierda!

Ernesto se había despertado por los disparos y estaba encendiendo el carro. Entré de copiloto. Un último disparo pegó en el marco del parabrisas e impactó de rebote en el hombro de mi amigo. La adrenalina y el sopor de la resaca evitó que lo sintiera de inmediato.  Volvimos a la carretera en retroceso . Cuando metió primera con el brazo herido largó un gritito. Se escuchó un tiro que dio contra el asfalto. Aceleró a fondo.

- Dime por favor que te dio chance de traer comida - dijo mientras se miraba el incipiente chorro de sangre

- Y gratis papá

Nos reímos sin razón.



Elijo un CD al azar y lo pongo en el reproductor. 

- Man, qué soundtrack tan deprimente para morirme

- No te vas a morir un coño chamo, relájate

- Si me muero te vas a sentir culpable 

- Shhhh...

Es difícil recobrar mi caminar
Sabiendo que no voy a volverte a tocar
Si miro hacia atrás y veo
Tu sonrisa atada en mis sábanas


- ¿Falta mucho?

- Aquí debe ser

Agarro el teléfono y busco el teléfono de Eva. Es un autoengaño pensar que no me lo sé de memoria

- ¿Aló?

- Tengo un herido de bala y estoy en la puerta de tu casa. ¿Tu abuela ya se murió o sigues viviendo con ella?

- Ándate a la mierda

Colgó. 

- ¿Qué pasó? - ya en su voz se empezaba a filtrar cierta desesperación

- Todo bien, dice que la vuelva a llamar en cinco

- ¿En cinco?

- Shhhh...

Y veo que quieres jugar
Quién extraña menos, quién extraña más
Quién va a perder la compostura 
primero y va a llamar

Volví a marcar

- No te estoy jodiendo, a Ernesto le dieron un tiro y estoy afuera de tu casa

- Verga pana...

Pude ver en una de las ventanas que retiraba las cortinas y se asomaba. Toqué la corneta.

- Maldita sea Guillermo, maldita sea

- Relájate bella

Me trancó. Al rato salió de la casa. Tenía una franela holgada que le bailaba con el viento. Parecía flotar hasta el carro en sus Converse rojos. Se asomó en mi ventana

- Ajá qué coño q... Ay chamo... Es en serio

- Te lo dije. ¿Tú no saludas?

Hizo una mueca de burla.

- ... Cómo... No... Ahjg... Ajá y...

- Velo como una causa humanitaria - intervino Ernest

- ¿Puede caminar?

- Si vale, aguantado pero camino. ¿Tú por lo menos tienes idea de cómo limpiar una herida?

- Hizo tres semestres de enfermería

- Ay hermano... ¿puedes por lo menos ponerme un buen soundtrack? Yo como que me quedo aquí – entonces se dejó caer con aire dramático


Entre Eva y yo lo cargamos hasta la mesa de la cocina. No paraba de chillar y hacer quejidos teatrales. ("¡Qué ladilla morirse en Falcón!") Se calmó cuando, rebuscando en los estantes, Eva dio con una botella de ginebra Gordons. Sirvió como anestesia y antiséptico. Ernesto pasaba a ser Ernest mediante sorbos cada vez más prolongados de líquido claro. Sólo así podía resistir que estuvieran buscando una bala en sus entrañas con una pinza para cejas.

Entre el dolor y el alcohol se desmayó unas tres veces en las dos horas de "cirugía". Cuando Eva terminó de coser la herida ya era de noche. El resultado parecía un bulto de carne ajeno al brazo, con costuras estirando la piel en ángulos inverosímiles. Al menos ya no sangraba.

- Te quedó bello

- Cállate chamo

- Si eres agresiva. ¿No le puedes dar un calmante al pobre?

- Ahorita le metes medio ibuprofeno y le da una sobredosis


Terminó de recoger todo y limpió la sangre de la mesa de la cocina/quirófano

- Nunca me respondiste lo de tu abuela

- Se murió el año pasado

- Cuánto lo siento

- Ajá

- ¿Y por qué te quedaste aquí?

- ¿Ah?

- No sé, siempre me dijiste que no te ibas de este pueblo de mierda por tu abuela

- No sé Guillermo, vainas que pasan

- ¿No me vas a contar?

No me respondió. Subió las escaleras y escuché un portazo. Fui a la cocina y abrí la nevera. Sólo había una jarra vacía y un ecosistema de hongos que alguna vez fue un plato de atún. Me fumé un cigarro y me acosté en el sofá a intentar dormir. Soñé con un banquete musicalizado por yellow submarine, que era interrumpido por el portugués y su revólver. Me desperté sudando. La caja de Marlboro estaba vacía. Tenía los ojos llorosos por el cansancio pero el hambre y los resortes punzantes del sofá no me dejaban dormir . Cuando por fin me desmayé se veían a través de las ventanas los primeros rayos anaranjados de la mañana. 




- ¡Guillermo! ¡Guillermo!

Salté del sofá y asumí una precaria posición de pelea. Ernesto gritaba sentado en la mesa de la cocina

- ¡¿Qué pasó?! ¿¡Por qué estoy herido?!

- Tranquilo bróder... ¿No te acuerdas de nada?

- No

- Bueno, te dieron un tiro. Pero ya estás bien, ya te cocieron y te quitaron la bala

- ¿Quién?

- Eva

- ¿Quién es Eva?

-... ¿No te acuerdas de ella?

- No

- No importa, ¿tienes hambre?

- Burda

Ella bajó la escaleras con una camiseta enorme y ahuecada que en algún momento tuvo la cara de Jim Morrsion. Ahora era un mapa de estampe caído y desvencijado. Las piernas blanquísimas desdibujaban la oscuridad del pasillo y podría jurar que brillaban. Me quedé boquiabierto observando su descenso

- ¿Qué fue? ¿Cuál es la gritadera? ¿Por qué me miras con esa cara de agüevoniao?

- Nada, nada... Mira, una pregunta, tu papá no se llama Eustaquio ¿verdad? 


- De hecho sí, ¿por qué?

- ... Por nada. Ya nos íbamos

- Gracias por... - dijo Ernesto señalando el bulto sanguinoliento en su brazo

Ella se rió por primera vez desde que llegamos

- De nada

Me la quedé mirando con mi cara de autista. Ella se borró la sonrisa y caminó a la puerta. La dejó abierta y volvió a subir. 

- ¡Ciao! - gritó Ernesto

No hubo respuesta.

El carro se había quedado en el sol y al entrar nos comenzó a cocer a fuego lento. La herida de mi amigo supuraba un líquido amarillento. Accedí a ponerle un buen soundtrack en caso de que muriera. Light My Fire sonaba en las empolvadas cornetas del Ford Sierra cuando puse primera e inicié la marcha. Atrás dejaba a Eva y eso se me hacía extrañamente insoportable. 

- Ya sé

- ¿Ya sabes qué?

- Vamos a ir a comprarle desayuno como agradecimiento

- ¿Podemos pasar por la licorería?

-Sí

- Por mí de pinga... 

Seis cachitos, dos litros de Riko Malt y una botella de ron después, estacioné frente a su casa. Llamé y la puse en altavoz 

- ¿Qué quieres?

- A Ernesto le dieron otro tiro

- No jodas Guillermo, dime qué quieres o te tranco

- Nada bella, te trajimos desayuno

- Deja la ladilla pana

Colgó. Ernesto se cagó de la risa

- Le parece igual de improbable que llegues con un baleado a su casa a que le traigas el desayuno, ¿qué le hiciste a esa pana?

- Shhhh...

Volví a llamar

- Es en serio, asómate - toqué la corneta

- Aaaaa verga... Ya voy

Light My Fire se repetía por cuarta vez. Ernesto, en su lenta metamorfosis a Ernest, recitaba el coro de la canción con la voz engolada. Eva tenía un cigarro en la mano y el pelo vuelto un desastre. Se asomó en mi ventana

- Ajá

Ernesto me pasó la bolsa con la comida. Yo se la mostré como si fuese un trofeo 

- Fino

Agarró la bolsa y volvió a entrar a la casa. Mi amigo y yo nos miramos perplejos. Puse la mano en las llaves. Tenía que contener un ridículo acceso de llanto. Ernesto chillaba 

- ¡El ron Guillermo, se llevo el ron!

Por suerte la puerta se abrió y ella gritó

- ¡¿Se van a quedar ahí o van a entrar a comer?!

Nos bajamos corriendo. 

El alma volvía al cuerpo con cada bocado. El pan estaba suave y caliente. Nadie dijo nada mientras duró la comida. Ernest le daba incesantes sorbos a la botella de ron. Cuando terminamos de comer era obvio que mi presencia era insoportable para ella. Me puse de pie y le serví de apoyo a mi amigo para que hiciera lo mismo. Caminó riéndose y dando tumbos hasta la puerta. Eva nos abrió.


- Bueno... 

Ella obvió mi intento de despedida. Se volteó y subió las escaleras. Ernest caminó hasta al carro apoyándose en mí. Lo dejé desplomarse en el asiento de atrás. Abrí la guantera y eligí un CD. Track 1. A todo volumen. 

¿quién escribirá la historia
de lo que pudo haber sido?
yo que soñaba despierto
ya no sueño dormido


Mi amigo acunaba la botella de ron entre sus brazos como si fuese un bebé. Se la quité y le di un sorbo largo. Luego otro. Calamaro musicalizaba mi extraño performance de beber frente a su casa en plena despedida

no entendí si ibas a ser
libre o esclava
no entendí si fui tu dueño
o un borracho que pasaba 


Ella salió de la casa. Tenía un bolso cruzado y el pelo recogido en un moño improvisado. Tenía una camiseta con  abierta en los costados y podía ver el reverso de su cuerpo. Tenía un cigarrillo encendido en la boca y otro apagado en la mano.

elegí pena u olvido
o sudor compartido
ojalá no me arrepienta
de haberme conocido

Abrió la puerta del copiloto y se sentó. Ernest apenas se movió. Me tendió el cigarro apagado y un Zippo que había dejado en su casa hace siglos. 

lo importante es que nunca
pude hacerte sentir mal
felíz día de la mujer mundial
el día de la mujer mundial.


La canción se asentaba en el auto como el polvo en el camino. Encendí el motor, puse primera y comenzamos a avanzar. 


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