Paranoia Al Amarillo Número Cinco

He aquí la genuina intención de convertir el mundo en una fiesta

martes, 30 de septiembre de 2014

Satíndica

El cigarrillo se consume con música de fondo. El humo flota entre el sonido y los gritos desaforados. Estoy en medio de la sala y salto. Me pregunto cómo llegué aquí pero no tengo respuesta. Grito los fragmentos de canción que entiendo pero la lengua se enreda y termino vomitando algún sinsentido. Le doy una calada al cigarro y veo la nube apocalíptica que se cierne sobre nosotros. Nosotros. Salto: viene la parte que habla del fin del mundo. 

This is the apocalps, feeling mha bones, new age, new age

RADIOACTIVE

RADIOACTIVE


Después de haber caminado sin saber qué buscaba me sinceré. Había prolongado demasiado mi aburrimiento y este terminó por empujarme a una silla. Ahí, apelmazado, con el humo todavía en la boca, las voces de las paredes me elevaban del suelo.

RADIOACTIVE

RADIOACTIVE

II

La música aún resuena en mi cabeza cuando salimos a la calle. Rayos de luz escarchada rebotando dentro de mis oídos. Cada paso que doy acompaña el ritmo. Las luces de los semáforos, sincronizadas con la música, giraban en mis pupilas antes de entrar en mis ojos. El amigo irreconocible de mi derecha sugiere correr. Los semáforos, pues, no tienen luces azules y rojas, que titilan y te arrojan a oscuros calabozos. El contorno de mi visión de difumina en la carrera. La brisa entra por el espacio que dejan mis ojos con el cráneo. Corro y río y saltamos la barda antes de que la cana nos agarre. Vuelvo al laberinto inicial de fumar por toda la casa e incomodar a la gente con mi fascinación por el humo. 

Beber agua con sabor a tequila, orinar, encender otro cigarro, abrir la nevera, buscar comida, comer a escondidas. Mi estómago encierra el vacío más absoluto. Todo sabe excepcionalmente bien, a pesar de tener la boca arenosa. Arena. Sincronizo mis mordiscos con la cadencia del reloj de arena del estante, que a su vez se sincroniza con la música, que es unísona con mis latidos. Todos son sincronías universales y delicadas. Es lo natural. Dios no es más que la ausencia de dolor. 

Viene Pink Floyd desde el cuarto de arriba, en forma de grandes y vistosos y coloridos lazos de música hermosa. Subo las escaleras poseído por los ruidos de aeropuerto de On The Run, y me envuelve la desesperación de ser pasajero de un piloto hedonista. Tiemblo de frío y miedo hasta que el gran choque termina la canción. 

III


Oh, don't tell anyone I'm here
I got Tylenol and beer

Un pasillo mohoso y sórdido, un six-pack de cerveza, dos cajas de cigarrillos y un pote naranja traslúcido de pastillas para psicóticos. Psicóticos. Empiezo a tocar tu puerta con más ahínco, no me abres así que abro yo una cerveza. Al tercer sorbo apareces. El lunar de tu labio se corrió medio centímetro hacia tu nariz. Busca huir de tu boca, como yo. Termino la cerveza y la lanzo en el pasillo. Tu pelo brilla en seis colores diferentes mientras me preguntas qué carajo hago en tu puerta a las tres de la mañana. Qué carajo hago yo aquí. Eso mismo venía a preguntarte. 

Tienes música alta en tu apartamento. Es el vecino contestas. Muy tarde, estoy dando vueltas por la sala y brinco de sofá en sofá. Wheeeeere's is my mind?. Tú te ríes. Abres una cerveza y te sientas en el piso a verme. Tu clon malévolo está llamando a la policía. Deberías decirle algo, me siento ofendido. 

Siempre me gusto más la versión de ti que no me grita y no me pide que deje de saltar y no manotea mientras yo sólo quiero calmarte y que todo vuelva a tener sentido. Pero empiezas a llorar, las dos versiones de ti se condensan en una sola que llora sin control. Where's my mind? Con un hilo de voz me pides que me vaya pero veo el cóctel de luces rojas y azules  y entonces no es una petición sino una orden. 

Corro por el pasillo y salgo por la puerta de atrás. Un par de gatos corren de mí y los persigo. Se esconden bajo un basurero. Buena idea gatitos, buena idea. 

El goteo de un líquido turbio me despertó. Where's my mind? Cada gota que cae junto a mi es un ruido hondo y demoledor. El sol perfora mis ojos a través de la pupila. Me levanto. Los gatos me habían abandonado. En realidad nunca estuve debajo el basurero, llegue a la cintura antes de quedarme atorado y dormirme. En el teléfono tenía tres llamadas perdidas tuyas.  Perdidas. Como yo. 


IV


La escena  termina, vuelvo a perseguir la música.

La escalera como símbolo de posible ascendencia e igual de posible decadencia. Pink Floyd ha sido sustituido por una sucesión de golpeteos rítmicos y ecos de voces robóticas. Los temblores de mis manos se trasladan a la baranda y toda la casa y la música vibra conmigo. En el cuarto hay dos figuras ininteligibles bajo las sábanas teniendo sexo. Son fantasmas apilándose  desordenadamente hasta hacerse palpables entre sí. Tardo segundos en darme  cuenta de que estoy incurriendo en un (hermoso pero incorrecto) voyeurismo espectral. Me entrego a la música  mecánica que mueve mis articulaciones lejos del lugar. Entro al baño. Expresión feliz, barba, compruebo mis llaves, apunto en mi teléfono una frase: Dios es la ausencia de dolor. Bajo las escaleras (descenso, decadencia). Hay un sofá sin nadie encima. Me acuesto en él. Sueño que sueño.

  


        V (O epílogo que nunca debió existir)

                                                                              
Nunca pude reconocer 
las escarapelas de la muerte 
que exhibías con descaro 

Ahora lidio con las ruinas
y por suerte ya no encuentro poemas
en las cenizas y hojarasca de mi cuarto
Son sólo eso
Sólo ruinas


                                                   
                                      

No hay comentarios:

Publicar un comentario